Te preguntarás porque estoy aquí, a tantos kilómetros de casa, e inmersa en una historia que apenas logras entender. A veces yo también me lo pregunto.
Hoy me despierto con un dolor intenso clavado en mi estómago, ojeras hasta los pies y un cansancio que arrastro desde hace días. Es una de esas mañanas en las que me cuesta abrir los ojos porque tengo miedo de encontrarme conmigo misma.
Me visto rápido, y sin mirarme en el espejo salgo corriendo en dirección a la cafetería más cercana y vacía, donde confío poder tomarme un café tranquila y poner en orden mis pensamientos. Miro por la ventana, desde el calor de la cafetería mientras las lágrimas se resbalan por mis mejillas.
Siento un vacío por dentro, como si algo en mi interior se hubiera roto y ya no fuera capaz de asimilar nada nuevo.
Cada día me pruebo a mí misma enfrentándome al sufrimiento y la desesperación en su estado más puro. Me acerco a pasos agigantados al dolor ajeno, lo toco, lo saboreo y lo almaceno en lo más profundo de mi cuerpo.
Me escondo tras el visor de mi cámara, como si fuera un escudo invisible, y guardo las emociones tan dentro que luego me cuesta encontrarlas. Me preguntas qué siento al ver esta barbarie, pero a veces ni yo misma lo sé.
Me gustaría contarte tantas cosas que no encuentro suficientes palabras. Aquí el tiempo se siente diferente. Las horas pasan tan lento que se convierten en una eternidad. Los niños ya no lloran, su llanto ha quedado detenido en el tiempo. Aquí se convierten en adultos en cuestión de minutos mientras su infancia se pierde sin apenas darse cuenta.
Y lo más chocante son sus miradas. Miradas que me persiguen por las noches cuando cierro los ojos.
Miro a través de mi cámara tratando de encontrar algo de cordura en medio de este caos. Busco sonrisas y gestos que arrojen un rayo de esperanza, y solo veo pies descalzos, humillación y abandono. Me busco a mí misma en medio de este gran charco de sueños perdidos y solo me encuentro con mi reflejo.
Me dices que tenga cuidado, que pueden haber terroristas entre los refugiados, que abra bien los ojos. Me río por dentro mientras pienso en todas las personas con las que me he cruzado. Seres humanos a los que entre todos hemos deshumanizado y convertido en meros números de nuestras pantallas de televisión.
Ellos siguen caminando bajo la lluvia, mientras nosotros les juzgamos. Ya no les queda sangre, no les quedan lágrimas. No les queda nada. Han abandonado sus hogares, lo han perdido todo, pero eso a nadie le importa. Nadie rezará por ellos hoy.
Pero llegará un día en el que todas esas vidas pesarán sobre nuestra conciencia colectiva, como una nube negra. Las generaciones futuras estudiarán este fenómeno histórico y se avergonzarán de nuestros principios y falta de humanidad. Sentirán rabia e impotencia cuando descubran cómo Europa dejó morir a millones de personas inocentes. Y ante las preguntas de estos jóvenes solo nos quedará el silencio y la vergüenza.
Cuando me preguntas qué hago aquí, te respondo que sólo hago fotos. Soy una espectadora más de esta gran catástrofe. Quiero sentirlo, como un cubo de agua helada, para ser capaz de contártelo de la misma manera.
Quiero romper la burbuja de indiferencia en la que vivimos, despertar conciencias dormidas y mostrar una verdad incómoda, una verdad que duele. Quiero darte un bofetón de realidad para que reacciones. Quizás suene demasiado ambicioso por mi parte, pero, con suerte, las imágenes hablarán por sí solas y tendrán más fuerza que mis palabras.
Hoy estoy aquí para encontrar algo de empatía entre tanto egoísmo, crueldad e indiferencia. Quiero demostrar que aún tenemos algo que nos une a todos, que queda algo de humanidad en nuestros corazones.
Hoy quiero ser fuerte por ellos.
Alicia.
Cristina García dice
A pesar de que tus palabras reflejan muy bien la experiencia que estáis experimentando, es imposible imaginar todas las sensaciones encontradas que tendréis al cruzaros con las miradas desesperanzadas de quienes están inmersos en esta horrible situación…invade la tristeza y la impotencia a nuestros corazones; ánimo, todos los detalles cuentan y ojalá se consiga abrir los ojos de un mundo tan encerrado en lo cotidiano y en los problemas individuales que no deja paso a la humanidad necesaria para transformar esta sociedad en donde priman los números y el capital antes que las personas. Mucha luz para que cada día saqueis las fuerzas necesarias para continuar.