Es el primer día y estamos cansadas. Hemos llegado a Atenas y sinceramente, queremos descansar. Deberíamos de haberlo hecho al menos unos días antes del viaje, pero lo cierto es que estábamos trabajando incluso en el avión.
Inés nos recibe y nos cuida como nadie, y nosotras, después de una ducha, solo queremos apostarnos en el sofá hasta mañana. Recibimos un aviso de nuestro querido Pablo Parra, que nos sigue ayudando desde España, y nos cuenta que van a llegar 1000 refugiados esta noche al puerto de Atenas.
Hablamos con la organizadora María y nos explica que ya hay alrededor de 1400 personas en los puertos 1 y 2 y que esperan otras 1000 en el puerto 7 esta noche.
Vemos nuestra noche de descanso esfumarse y nos plantamos allí con Inés sin saber bien qué esperar. Llega el barco. Unas cuantas personitas se asoman por las ventanas. No parece que vayan a ser tantos.
La puerta se abre y comienza a salir gente, gente por todas partes. Familias enteras, ancianas en sillas de ruedas empujadas por sus nietos, no mayores de 9 años.
Teníamos razón, no son 1000. Pero pueden perfectamente ser alrededor de 800 personas llegando de las islas. Intentamos dirigirles a un punto de reunión, donde les hablarán en árabe, farsi y kurdo, para explicarles que no hay sitio a dónde ir.
Explicarles que la frontera de Macedonia está cerrada y no hay apenas autobuses que les suban porque los campos allí están saturados con todos los refugiados que no pudieron pasar.
Muchos te enseñan sus tickets de autobús, que, además de realmente caros, no parecen siquiera reales o mínimamente validos.
Les pedimos que vayan al punto de reunión, pero estamos hablando de personas desesperadas para las cuales ese papelito con la palabra “Macedonia” escrita, supone la esperanza de llevar a su familia a un lugar más seguro, mejor. Se van sin rumbo por las calles de Atenas y no podemos hacer nada.
Otros muchos se quedan y empezamos a repartir comida y enseres que puedan necesitar, como pañales para los bebés. No esperarías que hubiera tantos niños. Pero son muchos los que se acercan y te dan un beso en la mejilla por y para que les des unas galletas, porque se mueren de hambre.
Un hombre nos dice en kurdo que necesita calcetines, otro en farsi que necesita un hospital.
Cuando las cosas se calman un poco, los voluntarios les dan a los niños unos botes para hacer pompas de jabón y ellos ríen, se divierten. Juegan mientras su inocencia se les escapa de las manos sin saberlo.
Al otro lado hay niños que se encogen en un rincón porque solo se tienen a ellos para cuidarse, y sabes por su mirada que su infancia ya ha llegado a su fin.
Ahora mismo siguen en el puerto debido a la falta de espacio en los campos de refugiados de Atenas.
Esto solo acaba de empezar para nosotras, pero ¿cuándo terminará para ellos?
Abel Alvarez dice
Lagrimas tras leer este testimonio, donde ha quedado la humanidad, paremos esto ya q los q pueden no lo hacen.
Sara+ dice
Muy valientes. Valioso, interesante y necesario proyecto. No os déis por vencidas hasta que alcancéis, como ellos, la libertad.
Soys inspiración para mi; soy estudiante de enfermería y es gente como vosotras, aunque no soys mucho mayores que yo ahora mismo, voluntarios, quienes me inspiraron para decidir que quería ir donde más falta hiciese para ayudar a quien no tiene lo que necesita. Ahora ansío que llegue el momento de ayudar, como vosotras hacéis, en campos de refugiados, en puertos…bueno, de manera algo diferente, desde mi campo.
Fuerza siempre chicas. Las mujeres tenemos coraje y valentía, que se note!