Hoy, aunque con un poco de retraso, quería compartir este vídeo con vosotros donde cuento en pocas palabras lo que he sentido en uno de los muchos desembarcos que he tenido la ocasión de presenciar.
No tengo el don de hablar delante de la cámara, aunque tampoco creo que exista la manera de describir las sensaciones que se viven aquí cada día.
Raquel no estaba esa primera noche, así que es algo que me tocó vivir sola esta vez. Fue una experiencia estremecedora.
Pensad en cómo es subir en una lancha insegura con otras 60 personas, acompañado de los que más quieres, para salir al mar de noche, sin nadie que dirija el barco, y sin saber lo que te espera al otro lado. ¿No os da miedo solo de pensarlo? A mí sí.
Ver llegar a la gente a Lesbos, al otro lado de ese oscuro mar, es indescriptible. Personas que se juegan lo último que les queda porque no tienen otra alternativa.
El miedo, los gritos, los niños que ya no lloran, las miradas ausentes, la ropa mojada, las manos frías, la desesperación, son todas esas cosas con las que te encuentras en un desembarco.
Y lloras con ellos mientras los abrazas con palabras de cariño y les sonríes diciendo que ya están en Europa, que aquí estarán a salvo.
Qué gran mentira es Europa.
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