“¿Francia? ¿Qué hay en Francia?”
Eso es lo que todos nos decían cuando anunciamos nuestro (de momento último) viaje. La experiencia en nuestro país vecino ha sido muy diferente a lo que teníamos en mente, y por supuesto, distinto a todo lo que hemos vivido hasta ahora.
Con refugiados de muchísimos puntos del mundo, a 6 kilómetros de la ciudad de Calais se encuentra lo que el mismo Google Maps define como “La jungla”. A diferencia de las personas que habíamos conocido en otros puntos de la ruta, las personas procedentes de Siria o Afganistán (sobretodo) que se encuentran aquí, no pretenden llegar a Alemania, sino que en muchos casos han pasado a través de ella y no han querido pedir asilo allí. Algunos nos cuentan que amigos o familiares suyos llevan en el país germano más de un año y no están cómodos.
De modo que esperan en una olla a presión con 7.000 personas que llevan un mínimo de 6 meses esperando e intentando cruzar día sí día también. Cansados y aburridos, crean en Calais una tensión que se respira en el aire.El tiempo cálido ha traído bichos que hace que parezca aún más un vertedero de lo que ya lo hacía, acompañado de los olores que emiten las fábricas que hay alrededor. Nosotras mismas no fuimos capaces de comer sin sentir ganas de devolver.
Existen varias escuelas en el campamento, algo que ya habíamos visto antes. Lo que nos sorprendió, en cambio, fue ver que muchas personas habían montado sus propias tiendas, restaurantes y barberías. Estar allí era como estar en un barrio mal cuidado de chabolas, pero lleno de hombres en su mayoría. Las mujeres y los niños se encuentran en una zona un poco más tranquila aunque realmente es más de lo mismo.
Nos vamos de Calais habiendo conocido, como siempre, personas maravillosas que no dudan en ofrecernos tomar un té o cualquier cosa que tengan para comer. Volver a casa tras esta experiencia no hace más que darnos fuerzas para que, cuando digamos que hemos ido a Francia con Última parada: Libertad, nadie nos pregunte “¿Qué hay en Francia?”.
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