Llegamos a Berlín y nos sucedió lo de siempre en una ciudad grande: no parece que esté pasando nada. De modo que nos movimos cuanto pudimos y nos fuimos enterando de cómo funcionan las cosas en el país germano, esa utopía que parece que un gran número de refugiados desea alcanzar.
El gobierno tiene un sistema de integración duro, intenso y, en nuestra opinión, bastante justo. Los refugiados llegados a Alemania atienden a clases varias horas al día para aprender el idioma, y más adelante, tendrán la oportunidad de validar sus estudios anteriores (como ya muchos sabéis a estas alturas, muchas de estas personas tienen estudios universitarios o los han tenido que dejar a medias por culpa de la guerra), para así poder acceder a un trabajo digno y dentro de su especialidad.
Para acceder a la situación de asilo, los refugiados tienen que esperar unos meses a que se cumplan todos los procesos necesarios, por lo que muchos tienen que permanecer en zonas comunes hasta poder acceder a una vivienda. Por esto, además del viejo aeropuerto de Tempelhof donde muchos obtienen un refugio provisional, muchísimos colegios han cedido sus instalaciones deportivas para el mismo fin.
Fuimos a Friedland, donde se encuentra el campamento de refugiados más antiguo de todo el país. Llevan trabajando desde 1.945, y, aunque están bien preparados y organizados, la crisis de refugiados actual les cogió desprevenidos. Hace tansolo unos meses, afirman que el número de personas allí oscilaba entre las 3.000 y 5.000 refugiados.
Actualmente son apenas unas 300 personas que dejan muchas camas vacías, pero las cosas funcionan como siempre en Friedland. Actividades grupales, solo para mujeres, clases para los niños, hospital… todo sigue en marcha para las personas que permanecen en el campo hasta una relocalización.
El primer grupo de personas que ha volado desde Estambul a Alemania desde el tratado con Turquía acababa de llegar, y todos estaban felices de por fin poder comenzar su vida. Lo malo es que éstos han sido hasta el momento menos de 100 personas en comparación con el enorme número de personas deportadas al otro lado del mar Egeo.
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